N. K. Jemisin y cómo trabajar con un narrador en segunda persona

Tienes una entrada por aquí en la que hablamos de los diferentes narradores que puedes emplear en tu novela y qué usos tiene cada uno de ellos. En la misma entrada, digo que la segunda persona es poco habitual y tiene poca utilidad fuera de la epístola. Y luego va N. K. Jemisin y te escribe un tercio de su novela con un narrador en segunda persona. Con un par.

1. ¿Qué necesitas para emplear un narrador en segunda persona?

Generalmente, esta segunda persona se ha usado dentro del género epistolar y siempre necesita un emisor (el narrador) y un receptor al que va dirigida la historia. Además, suele hacerse alusión al medio en el que se están comunicando, generalmente una carta, y el motivo de esta comunicación.

Como ejemplo característico de este narrador, podríamos poner de ejemplo el Lazarillo de Tormes: un pícaro explica desde su propia experiencia a un «vuestra merced» toda su vida para que entienda qué le ha hecho llegar allá dónde está. Al final de la obra, además, descubrimos que lo hace para pedirle cierto favor. 

Pero N. K. Jemisin le da un giro muy interesante a este tipo de narrador. Efectivamente, presenta un emisor y un receptor. Sin embargo, no tenemos claro quién está contando la historia. Carecemos de la información necesaria, como lectores, para averiguarlo. Si no sabemos quién es el emisor, poco podremos decir de su motivo al establecer esta comunicación. Por lo tanto, empezamos «La quinta estación» sabiendo que una de las tres líneas narrativas está siendo narrada a la propia protagonista. Sí, has leído bien. Un tercio de la novela está redactada como si alguien se la estuviera explicando a la propia protagonista de esta parte. Pero no sabemos quién ni por qué. Al final de la obra tal vez se aclaren algunas incógnitas, aunque no todas.

2. Juego con la identidad de la voz narrativa

Como podrás imaginarte, esta forma de trabajar el narrador crea en el lector dos cosas: la primera es confusión, puesto que este narrador no es el habitual; y la segunda es curiosidad. Como lector, enseguida empiezas a intentar averiguar quién es esa persona que habla de tú a tú a la protagonista explicándole su propia historia.

Por eso, al adentrarme en esta historia, no he podido evitar ver todo el potencial que tiene el jugar con un narrador en segunda persona si camuflas la identidad del emisor. ¿Quién está hablando? ¿Por qué? ¿Qué está sucediendo en el presente que requiere la narración del pasado?

Piensa en todas las posibilidades y verás que, donde antes veías un narrador con poco juego, ahora se te abre todo un mundo: defensas orales en un juicio, el recuerdo de lo vivido juntos, la burla de un dios hacia el héroe que ha fracasado y, por qué no, el último acto de misericordia de un enemigo que ha vencido.

3. El protagonista pierde voz y la gana un narrador poco fiable

En el momento en el que decidimos que un personaje será el que dé voz al narrador, estamos creando un narrador poco fiable puesto que explicará lo acontecido según su propia experiencia vivida, sus intenciones, y su personalidad y forma de expresarse.

Si tienes dudas acerca de un narrador poco fiable, no tienes más que cambiar el foco de atención. Si una escena la explica el personaje A desde su perspectiva y decidimos cambiarla a la del personaje B, tendremos que reescribir la escena entera. Esto es porque debemos ajustarnos a lo comentado anteriormente: la propia experiencia del personaje, sus intenciones para con la narración y el transcurso de la trama; además de su propia personalidad y forma de expresarse.

Esto, además de con lo anterior, te permitirá jugar con el narración de tal forma que podrás enredar al lector dentro de las mentiras o las trampas del narrador. Imagina por un momento que decides escribir una novela corta en segunda persona, siendo esta en realidad la defensa de una persona ante un juicio civil. Esta persona explicará lo que sabe pero ajustándose a sus intereses principales, por lo que habrá detalles que intentará elidir e, incluso, mentiras que narrará como verdades. Y todo ello puede darse porque se trata de un texto dentro de otro mucho más grande y, como todo texto, tiene una intención y una forma de relacionarse con el mundo.

Como ves, con este narrador podrás jugar con la creación de narradores poco fiables, si acaso no tienes suficiente con todo el misterio que da el no saber exactamente quién está contando la historia y por qué.

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Y eso es todo por hoy. Recuerda que la elección del narrador debe ser ajustada a lo que quieres escribir y, por lo tanto, debes buscar el narrador que mejor se ajuste a su historia. Si eres primerizo, tal vez es mejor empezar por algo más sencillo, pero parece divertido intentar jugar con este narrador.

¿Te atreves a escribir algo con este narrador?

 

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