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Estamos a punto de terminar nuestro análisis detallado de cada una de las doce divinidades olímpicas. Hemos hablado del nacimiento de Zeus y de sus hermanos, pero también los hemos ido viendo de uno en uno. Ahora, hemos analizado algunos de los hijos de Zeus, empezando con los mellizos Apolo y Artemisa. En esta ocasión, te traigo el mito de Hermes.
1. ¿Quién es Hermes?
Hermes es imaginado como un heraldo y correcaminos. Es representado con el sombrero de ala ancha de fieltro que los viajeros griegos usaban para protegerse del sol en los ojos y el bastón del heraldo. Siempre se le ha entendido como uno de los dioses más rápidos, aunque no siempre está ligado a la tierra, pues cuenta con alas en sus sandalias y su sombrero.
Su función principal en el imaginario griego es la de ser el mensajero de los dioses, más concretamente el mensajero de Zeus. A veces viajará para comunicar la voluntad del rey de los dioses, como cuando ordena la liberación de Odiseo en la isla de Calipso. Pero también puede actuar de forma activa, como cuando guía a Príamo para intentar recuperar el cuerpo de Héctor. Este episodio en concreto, de hecho, es muy característico de Hermes, pues deben actuar con rapidez, pero también con sigilo. Debido a esta función de heraldo y mensajero, no suele tomar la iniciativa en sus misiones, sino que actúa por la voluntad de otros. A pesar de ello, es conocido por ser uno de los mayores benefactores de algunos héroes, como Perseo, a quien presta sus sandalias; o Hércules, a quien ayuda a bajar a los mismísimos infiernos.
Al relacionarse de forma tan estrecha con la comunicación, se trata también del dios patrón de las artes comunicativas como la oratoria, la traducción y la interpretación. Además, por supuesto, de ser el dios al que se dirigían los heraldos y los viajeros.
2. Hermes, el dios en los caminos
La naturaleza original del mito de Hermes está relacionada físicamente con el camino. El nombre con el que se designa a este dios proviene de herma, cuyo significado es «montón de piedras o mojón». Pero no ese mojón que te debes estar imaginando, sino que se trataban de columnas de piedra rectangular con una cabeza con barba en su extremo y un falo, normalmente erecto. Se empleaban como marcas territoriales en los caminos y, de hecho, los envolvían un halo de magia y superstición.
Es más, existían hermes que rodeaban los caminos de toda Grecia. El origen de Hermes, por lo tanto, lo podemos encontrar como espíritu de estas columnas de piedras. Es por ello que es fácil imaginar que las funciones de este dios primero se relacionaron con los arcenes y el paso por los caminos, pero también con los límites y la transgresión de los mismos. Recuerda que no deja de ser una marca territorial.
Enseguida se le da un doble valor al dios, pues protege tanto a aquellos que transitan por un camino de forma legítima, como aquellos que deben hacerlo de forma más escondida. Así, se convierte rápidamente en el patrón de los mercaderes y comerciantes, pero también de los timadores y los ladrones, pues otorga fortuna tanto si es ganada de forma honesta o deshonesta.
Muy ligado a esto, y algo que ya comentamos en el capítulo dedicado al Infierno griego, es que como dios de los límites y su trasgresión, era capaz de ayudar a cruzar el límite más formidable de todos: el que separa el mundo de los vivos con el de los muertos. En el capítulo mencionado, lo definimos como un psychopompos, que podría traducirse como un guía de almas: se llevaba las sombras de los recién muertos a su futuro hogar en el reino sin sol. A pesar de este vínculo con la muerte, nunca se le ha descrito como un dios terrible o formidable, como es el caso de la pareja infernal, sino más bien cortés y amable, como corresponde a un heraldo.
3. El mito del nacimiento de Hermes
A diferencia del resto de dioses, nuestro dios ladrón no protagoniza demasiadas aventuras, aunque sí forma parte de muchas de ellas. El único mito en el que Hermes es protagonista es, precisamente, la de su nacimiento. Hermes es hijo de Zeus y Maya, una ninfa o una hija de Atlas, que vivía en una remota cueva en el monte Cilene. Nació al amanecer, al mediodía ya tocaba la lira y esa misma noche robó el ganado de Apolo.
Hermes saltó de la cuna al poco de nacer y salió de la cueva sin su madre se diera cuenta de ello. Al encontrar a una tortuga, tocado por la inspiración, la cogió y la convierte en un instrumento musical, creando así la lira. Aprendió a tocarla y entonó algunas canciones, pero se centró en su misión principal: el ganado de su hermanastro mayor. Tomará cincuenta de sus vacas y las guiará en dirección contraria ocultando su rastro. Lo hará tan bien que todos quedarán confusos sobre lo que ha pasado. Hay muchas versiones que explican cómo lo logran. Una de ellas explica cómo las hace caminar hacia atrás para confundir a Apolo; otra que les ata ramas a las colas para que funcionen como cepillos y borren su rastro; y una tercera que fabricó botas que colocó a los animales.
Caminó guiando al rebaño hasta llegar al río Alfeo, al oeste del Peloponeso. Esa misma noche, se detuvo, sacrificó a dos de las vacas y rindió honores a los doce olímpicos. Al acabar, volvió sobre sus pasos, se dejó caer en su cuna y fingió ser un inocente bebé incapaz de semejante fechoría. Su madre se percató de lo que había hecho y él, al margen de sentirse mal por el robo cometido, dijo que solo quería lo que le correspondía por ser descendiente de Zeus. Es más, afirmó que si no se lo daban, lo cogería él mismo. Recordemos que acaba de nacer, tiene un día de vida.
Apolo se presentó a la cueva de Maya habiendo recibido un presagio sobre quién había sido el ladrón. Arrastró a su hermano de la cueva y lo llevó ante Zeus. Hermes siguió defendiendo su falsa inocencia, incluso delante del rey de los dioses, incluso llegó a decirle que él era incapaz de reír. Zeus lanzó un carcajada y le ordenó indicar a su hermano dónde se encontraba su rebaño. Así lo hizo y ambos fueron a recuperarlo. En un momento de descanso, Hermes apaciguó a Apolo con la música y este quedó tan prendado del instrumento que había inventado que decidió intercambiar el rebaño por la lira.
Una trama añadida posteriormente explica cómo Hermes se vengará de un anciano (Bato) que vio que robaba las vacas y que le dio información a Apolo. En todas las versiones Bato le ofrece esta información a Apolo cuando se la reclama, pero hay una en la que decide comprar su silencio a Hermes. Como el dios ladrón no confiaba en él, volvió disfrazado para tenderle una trampa. Bato aceptó el soborno para ofrecerle la información y, por ello, Hermes lo transformó en piedra. Esta leyenda explica el por qué de unos riscos que se encontraban en Arcadia y que recibían el nombre de Battou Skopiai, traducido como las cumbres o los miradores de Bato.
A partir de entonces, Apolo y Hermes siempre se han entendido como muy buenos amigos. Apolo intercederá por él y le ayudará a conseguir el tutelaje del comercio, las bestias y rebaños, y Zeus lo nombrará su mensajero. En su estancia en el Olimpo, Hermes inventará un nuevo instrumento: la flauta del pastor. Tras pedirle Apolo que no volviera a robarle jamás, le entregó un bastón dorado con tres ramas, símbolo que podríamos relacionar con el caduceo que suele llevar siempre. Hermes intentó aprender de Apolo el arte de la adivinación, pero su hermano le dijo que eran unas artes que solo se le habían concedido a él. Pero sí le muestra cómo puede lograr ciertos presagios empleando guijarros. De nuevo, el vínculo directo de Hermes con las piedras del camino.
4. Amantes y descendencia de Hermes
A lo largo de todo el mito de Hermes, aunque se involucró en varias relaciones amorosas con algunas mujeres mortales y otras diosas, no se le reconoce ninguna pareja estable, aunque sí descendencia.
Una de sus relaciones más famosas es Filonis o Filónide. Es una de las pocas mujeres que gozó de las atenciones de dos dioses olímpicos diferentes: Hermes y Apolo. Tuvo un hijo con cada uno: Autólico de Hermes y Filamón de Apolo. Como sucede siempre, los hijos heredarán cualidades propias de sus padres. Así, Autólico será un brillante ladrón y Filamón destacará en la música.
Otra de sus relaciones amorosas más importantes fue con su tía Afrodita, con quien tuvo un hijo: Hermafrodito. De este dios estaba prendida una ninfa acuática, Salmacis, y pidió a los dioses que jamás lo separaran de su amor. Un día que se acercó demasiado a su fuente, la ninfa lo agarró con fuerza y lo sumergió en las aguas con ella. Así, quedaron en un único cuerpo con características femeninas de ella y masculinas de él. Tanto Hermes y Afrodita quedaron desolados por la transformación de su hijo y maldijeron esas aguas para que todo el que se bañara en ellas acabara en la misma condición.
Y eso es todo por hoy. Llevaba mucho tiempo con ganas de explicarte el mito de Hermes, porque es uno de esos dioses que suele pasar bastaste desapercibido. Suele ser siempre el personaje secundario, pero recuerda que, aunque salga poco en las historias, lo tenían muy presente en la vida cotidiana.